07 mayo 2011

Entrevista Revista Man 2008


Pocos le reconocen todavía sin el taparrabos que lucía como Rey Leónidas en la espectacular 300, pero los días de anonimato cada vez están más contados para este escocés, nuevo depositario de la virilidad en Hollywood.


A pesar de la lista de icónicos personajes que ha interpretado en los últimos diez años (Drácula, Atila, El Fantasma de la Opera o el Rey Leónidas de Esparta)Gerard Butler (Glasgow, 1969) ha pasado desapercibido por el hall del hotel Royal York de Toronto. Sin embargo, el gritode guerra “¡esto es Esparta!” no tarda en llegar, un joven aficionado le ha reconocido. Él sonríe y sigue su camino hacia el salón donde nos ha citado. Desde que protagonizara 300, su imagen ha ido asociada con la del guerrero. Hoy, sin embargo, nos ofrece su lado metrosexual: camisa azul marino, entallada, de Keneth Cole y jeans de Juicy Couture. “Es mucho más cómodo que andar con calzoncillos de cuero” dice el escocés, afincado en Nueva York, de su atuendo. “Mi mejor disfraz es ser yo mismo, rara vez me reconocen por la calle,” añade el actor, todavía sorprendido por el grito del fan. Aunque su cara ha aparecido en las portadas de revistas de todo el mundo, con la etiqueta “nueva estrella”, una década de experiencia en la industria del cine le ha enseñado a no dejarse arrastrar por la marea mediática. Hoy está aquí para hablar de su último trabajo,RocknRolla, una comedia llena de acción, matones, sexo, y rock and roll en la que Butler, de la mano de otro británico, Guy Ritchie (Mr. Madonna), interpreta a un estafador de barrio que se ve atrapado entre la mafia rusa y el jefe del crimen organizado en Londres.

Todavía te sorprende ser reconocido. ¿Como es tu relación con la fama?

Ha cambiado con los años. No niego que me ha traído muchos beneficios, seguridad económica, reconocimiento de mi labor y acceso a mejores papeles, pero ser famoso no lo es todo, quizá sea porque he conocido a mucha gente famosa que no me ha impresionado nada.

¿No era atención lo que buscabas cuando decidiste cantar en una banda de rock y luego actuar?

Sí claro, en principio es lo que buscas, reconocimiento a tu labor, pero cuando éste llega y se infiltra en tu vida privada entonces es cuando cambia la cosa. Hay que estar preparado para toda esa atención que se te viene encima. Si no, te desconcierta y acaba contigo.

¿Qué edad tenías cuando te picó el gusanillo de la actuación?

Con 15 años ya soñaba con hacer cine, pero pronto cambié de idea. Pensé que era mejor seguir estudiando, acabar una carrera, casarme con una buena chica y formar una familia.

¿Por qué ese cambio?

Supongo que porque no había asumido el que mi padre nos abandonara a mi madre y a mí cuando yo era un crío. Luego reapareció, brevemente, cuando yo tenía 16 años, creí que lo había soñado, hasta que años más tarde volví a contactar con él y nos hicimos buenos amigos. Supongo que eso era una buena razón para querer formar una familia y ser un hombre de provecho.

¿Sólo el alcohol?

Alcohol, algo de drogas y una vida desenfrenada, tenía una incontrolable energía que me hacía vivir al borde del abismo y eso era algo muy excitante pero, al mismo tiempo, autodestructivo.

¿Cómo compaginabas eso con tu profesión de abogado, alguien que se supone tiene que obedecer la Ley?

Mal, lo llevaba fatal. Pasé años construyendo una vida que era falsa. Pretendía ser un respetable abogado de Edimburgo, cuando en el fondo lo que me iba era el ambiente de las malas calles de Glasgow. Conseguía a duras penas tratar con mis clientes y no digamos preparar complicados casos legales.

¿Tuviste algún roce con la Ley?

Sí, el primero fue en el primer año de facultad, cuando mis compañeros y yo decidimos enseñar el culo en un autobús. Estábamos completamente borrachos (risas) y el conductor llamó a la policia... La segunda vez fue tras graduarme. Me fui de vacaciones a California, perdí el avión de regreso y decidí quedarme más tiempo. Allí tuve mis roces con la Ley, me pusieron entre rejas cuatro veces, nada serio, estupideces propias de la edad, por conducir bebido, o montar broncas. Luego regresé a Escocia y seguí en la misma vena, hasta que pagué todas mis faltas y me reformé. Ahora me conformo con vivir la RocknRolla de forma más pasiva, en la ficción.

¿A qué o quien le debes ese cambio en tu vida?

El día que me echaron del despacho de abogados fue el más horrible de mi vida. Pero creo que, de no haber sucedido, habría acabado muy mal, quién sabe si estaría vivo. Descubrí la actuación y el día que salí del despacho me fui a vivir a Londres. A los pocos meses, interpretaba Coriolanus en un teatro de Londres. Mi madre pensó que estaba loco, pero me apoyó porque sabía que no era feliz haciendo lo que hacía. Si no hubiera sido por ella hoy no estaría aquí. A lo mejor seguiría siendo un abogado mediocre y no hubiera tenido todas las experiencias que he tenido y que han alimentado mi alma. Durante estos períodos de locura, de adicciones y de recuperaciones, he pasado por momentos maravillosos y divertidos y por otros bastante penosos.

Butler confiesa ser propenso a las adicciones. Aunque dejó el alcohol hace 11 años y jura no haber tomado ni un trago desde entonces, la nicotina se le sigue resistiendo, a pesar de haber intentado dejarla 26 veces, sigue fumando tres cajetillas al día. La actuación empieza a ser la droga del momento: “Me apasiona actuar, pero eso no me da la felicidad, aunque me mantiene entretenido y por el buen camino”, asegura mientras pide permiso para encender el primer cigarrillo.
Tu personaje en RocknRolla pone a prueba su masculinidad, de forma poco habitual en el cine de gangsters. Sin desvelar la trama, háblanos de ese aspecto de tu papel...

Es lo que más me atrajo. Guy Ritchie tiene un sentido del humor extraordinario, y cuando ves mi personaje en pantalla, inmediatamente asumes, por su físico y por su comportamiento, que es el típico macho, listo, sexy, cool, que sabe lo que hace, hasta que todo empieza a salirle mal y entonces te das cuenta de que, en realidad, no existe nadie perfecto. Incluso el tipo más cool del mundo, se levanta, alguna vez, con mal pie y pierde las llaves del coche. En este caso mi personaje aparenta ser un tipo duro, pero en el fondo es inseguro, ingenuo, celoso y vanidoso. Eso es lo que me atrajo de él, su lado vulnerable, sus debilidades, que, puestas en el mundo de Guy Ritchie resultan ridículamente divertidas.

¿Cómo te fue con Guy Ritchie?

Extraordinariamente bien. Guy es un tío con el que da gusto trabajar. Trabaja rápido y es muy exigente, pero la historia es genial y los personajes no pueden ser más divertidos para un actor. No paramos de reírnos en los dos meses que duró el rodaje y eso se da pocas veces, en un trabajo tan intenso y complicado como es hacer una película de este género.

¿Te tropezaste alguna vez con Madonna?

Sí, más de una vez. Es encantadora, muy cool. Cuidó de mí los días que anduve medio engripado. De hecho, un día que rodábamos por la noche estuve a punto de cancelar el rodaje porque estaba hecho polvo. Hasta que llegó la enfermera Madonna y me inyectó en el culo una dosis de vitamina B12, que me dejó nuevo. Está muy puesta en esas cosas. Volviendo a tu personaje, One Two, es un embaucador que se ha educado entre gangsters en las malas calles de Londres.

¿Qué sabes tu de eso?

En la profesión de actor se es un poco embaucador, sobre todo al principio, cuando tienes que convencer a la gente de que eres capaz de hacer cualquier cosa. Algo que he ido haciendo desde que tenía 12 años, cuando trabajaba los fines de semana vendiendo bollos para el desayuno. En mi vida he hecho de todo, desde vender sistemas de riego en California, hasta trabajar en puestos de feria, regalando osos de peluche en el tiro al blanco (risas). Así que codearme con estos gangsters de película no ha sido nada del otro mundo. Es lo bueno que tiene el cine, puedes vivir una doble vida sin sufrir las consecuencias legales.

¿Haber sido abogado en tu vida anterior te ha ayudado a la hora de negociar tus contratos en el cine?

Por supuesto. Tengo una mente racional e inquisitiva y siete años de estudios y prácticas en la carrera de derecho me han servido no solo para entender y descifrar todos los pasos y términos de un contrato sino para negociar con la otra parte. Ahora, además, te metes en la producción de cine.

¿Por qué ese interés?

Más que la producción, lo que me interesa es desarrollar proyectos. En estos años como actor, he visto que tengo buen criterio para desarrollar guiones. No sé si sería un buen guionista pero sé que se me da bien leer un guión y ver los problemas que puede tener, buscar soluciones para añadir o quitar cosas y hacer que mejoren. En eso sí veo que hay conexión entre mis años de abogado y de actor.


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